[PASADO] Roses n' Spines (Priv. Gerard)

-Tendré que ir a la ciudad real para este trabajo.... Que molestia, siendo sincero- Y la verdad, tenia que ser sincero, después de todo no quería ser reconocido por nadie, y nunca había sido fanático de estar entre multitudes o llamar la atención por mi apariencia, todo ese tipo de cosas eran acciones y eventos que no me gustaba planear ni llevar acabo, mucho menos participar en ellos si es que eran algo evitable y aunque en este caso era podría negarme rotundamente en ir a la ciudad capital de Liones para evitar, como siempre, ser reconocido como Heartsmith, la verdad y la necesidad eran otras... -No tengo mucho trabajo últimamente, si quiero sobrevivir en esta vida, tendré que ir al mismo castillo si es necesario...-

No quería que se me malinterpretase, dentro de las muchas cosas a las cuales me dedicaba, todas me apasionaban y podría encontrar algún sustento económico en cada una de ellas; Aunque ya no fuera el Heartsmith de las leyendas, seguía siendo herrero, trabajo del cual podría sacar bastante partido siempre y trabajaba comúnmente, una de mis verdaderas y mas grandes pasiones, no obstante fuera de forjar cosas, era la herbolaria y la jardinería, ambos los consideraba un gran hobbie mío, del cual, como era el caso de hoy, sacaría también ventaja de mis conocimientos para conseguir dinero, por ello me encargaría del jardín privado de un noble en la ciudad real de Liones.

Sin mas tiempo para perder, agarre lo de siempre, mi tunica, orbe de tamaño humano y por esta vez, un kit de jardinería. Partiendo esa mañana y llegando a comienzos del medio día, logre entrar a la mansion lujosa de dicho noble el cual no se encontraría en casa hoy. El día de hoy solo tenia que avanzar de manera normal, acabar con el trabajo, recibir mi pago e irme a mi casa.

Y no podía evitar el no dejar de maldecir entre dientes en una mezcla de la lengua normal y algo que parecía un conjuro extraño y que no era más que lo poco y nada del idioma demoníaco que recordaba, teniendo que contenerse -apretando los puños y la mandíbula- de hacer gestos que, en lenguaje de señas, eran más insultos y para el resto de las personas que no sabían leer ese código eran simples aspavientos con bastante furia en cada uno. Le tocaba cubrir a su hermana en su trabajo en la mansión de un sujeto adinerado por un mil veces estúpido brazo cortado y que tenía que regenerar desde el muñón que le había quedado mientras practicaba magia -¿quién cojones practica magia así?, estaba considerando la opción de que su hermana estaba loca-, le tocaba cargar el muerto a él y no podía decir nada porque, de los dos, era ella la que hacía la mitad de las cosas de la casa.

Ésto de vivir con hermanos era una locura, ya te lo decía él. Al menos no se le había cortado la cuerda del arco, no al menos cuando tuvo que ir a explicar la situación con un cierto aire de hastío -le había dicho que era un simple resfriado, su condición de demonio era un punto sensible a nivel social y laboral para ambos hermanos-. Así que ahí estaba Gerard, con su usual ropa para presentarse en los cuarteles y el arco largo con la cuerda preparada, en su posición de vigilante en los jardines. Ni la sombra que le otorgaba un árbol cercano podía lograr que se le quitase el ceño fruncido y la cara de amargado que traía encima casi por defecto, tal vez considerando demasiado el romper algo, pero, por respeto no exteriorizaba absolutamente nada. Él quería que su hermana conservara su empleo, muchísimas gracias.

Aunque no lo pareciera, mantenía la vista fija en todo el jardín, increíblemente bien cuidado y se notaba la dedicación en el trabajo. Lo que tenía algo de curioso era que hacía algo en la presencia del que fungía como jardinero era que parecía ser mayor de la que tendría una persona normal de su estatura. No, quizá estaba siendo paranoico. Por un mero reflejo, se puso a juguetear con la cuerda de su arco con tal mala suerte que la cuerda se rompió y, al no estar usando sus acostumbrados guantes por la cantidad de luz que sentía que había, recibió un buen golpe producto de la inercia de la cuerda al romperse en el dorso de la mano, dejando una marca de un color carmesí oscuro que hacía un contraste en exceso con el tono pálido por defecto de su piel, quizá más oscuro que el que una persona normal tendría. Frotó con insistencia para calmar el dolor y aunque fuese una parte de la inflamación. Hoy no era su día, definitivamente.

-Buenos dias. Me encontrare trabajando en el jardin, espero no causarle problemas- Dije presentandome brevemente ante el guardia que ya se encontraba en la casa del noble a la cual había visitado para cumplir con mis debidas tareas de cuidar y nutrir su jardín mientras aquella persona dueña de sus plantas no se encontraba en las cercanías. No era la primera vez que recibía algún tipo de trabajo de este índole, mientras no tenia trabajo como herrero, siempre ofrecía mis servicios en jardines públicos, privados, cosechas, grajas, herbolarios, etc... Personas y trabajos que utilizaran tanto jardinería, herbolaria o botánico, podría ser de ayuda debido a que me gustaban bastante las plantas, desde casi siempre, incluso en el pasado, mi hobbie fuera de ser el Heartsmith era dedicarme al tratado de las plantas que se podían ofrecer alrededor de cualquier reino, era algo bastante relajante y hermoso en muchos sentidos.

Me hacia sentir mejor y en muchos casos era casi como si meditaras, el tener un hobbie que te mantuviera ocupado fuera de un trabajo que también te gustara o no, era algo bastante apreciale y apasible, que en el mejor de los casos también podrías vivir de el y eso era algo que también se podía agradecer. Sin perder mucho el tiempo, pase al jardín y puse manos a la obra, saque un par de herramientas y comencé con los arbustos florales, me recosté sobre mis piernas y comencé a ver el panorama, habían algunos tallos que debían ser cortados, sin embargo la mayor parte del mismo parecía estar sin probablemas, probablemente solo debería de aplicar algunos cuidados a la tierra y fertilizante. Por un momento, me encontré tan concentrado que me olvide que mi alrededor se encontraba dicho caballero, no obstante, el tsurune que sonaba cuando la cuerda de un arco se rompía, era bastante distinguible. Voltee a mirar algo sorprendido al preguntarme que estaría haciendo.

Al escuchar al albino -o éso podía ver, le costaba enfocar con tanto sol-, hizo una corta reverencia apenas inclinando la cabeza en señal de saludo. —Adelante, un gusto conocerle—. Que fuera un gruñón no significaba que no tuviese modales. No perdía la expresión austera ni el aura de amargado eterno, aquellas cosas deberían ser una marca registrada únicamente para Gerard. Lo suyo no era el quedarse de guardia, debía moverse de alguna forma, así que prácticamente iba caminando con calma por los alrededores, tal vez pareciéndose cada vez más a un león enjaulado, por lo que lo no era de extrañar el que cortase la cuerda de su propio arco y terminase algo lastimado en el proceso.

Chasqueó la lengua al ver que la marca del latigazo no desaparecía ni frotándola durante un buen rato, prefiriendo alejarse un momento de jardín para poder sentarse en soledad bajo la sombra de uno de los árboles con tal de evaluar el daño de mejor manera y más calmado. Soltó un suspiro antes de sacar de su bolsillo algo que parecía ser cuerda nueva y comenzó a trenzarla al ver que lucía prácticamente del triple que debería tener para poder usarla en su arco de por sí aparte de ser filamentos demasiado delgados y que ya habían tenido un enorme desgaste ya fuese practicando o simplemente haciendo lo mismo que estaba haciendo ahora.

A medida que trenzaba, iba comprobando si el largo era el adecuado o no hasta que se sintió conforme y enganchó su trabajo pese a que la mancha violácea, negra y rojiza oscuro de la mano en la que hacía recibido el golpe comenzaba a notarse más y más conforme se inflamaba. No era precisamente su definición de cuerda perfecta, mas, aquello podría serle de utilidad en caso de que llegasen invitados no deseados por así llamarles al recinto en el que ahora mismo estaba tanto el de cabello grisáceo como el albino que fungía como jardinero en este preciso instante.

-Pobre...- No pude evitar pensar al voltear y redirigir mi mirada hacia el soldado que cuidaba la casa y registraba mis acciones, el mismo el cual se había ido a refugiar de los rayos del calido sol que no podíamos alcanzar con nuestras manos debajo de uno de los pequeños arboles de aquel encantador jardín. Al escuchar dicho Tsurune no pude evitar desconcentrarme y olvidar por un segundo que mi trabajo en dicha casa y la razón de porque estaba en una ciudad, lo cual me disgustaba hasta cierto punto, no especificamente esta ciudad, sino hablando desde el punto general de encontrar en cualquier ciudadela de cualquier reino o incluso pueblos populares... Mas que nada mi  incomodidad iba encaminada a la innecesaria interacción con personas o los sitios donde abundaban las mismas, me hacían sentir cuanto menos incomodo.

No obstante, estaba bien en dicho jardín, era tranquilo, rodeado de muchas flores bastante bellas, cada una diferente y fuerte  a su manera, digna de tener su propio color. De ser posible, me hubiera gustado no haber escuchado el tsurune del arco romperse, ya que como instinto principal de herrero que dominaba mi interés en mi hobbie como herbolario no podría evitar escuchar la voz de aquella arma siendo reparada a medias. Me levante y pase a dejar mis herramientas en suelo mientras me dirigía al guardia -¿Esta bien?... El arco, me gustaría  reparárselo, si no es un problema... Cuando acabemos con el jardín, claro esta...- Aun incluso delante del soldado cuyo nombre todavía desconocía, no podía plantearme el valor correspondiente para mirarlo directamente a los ojos, incapaz de comunicarme por mi enfermedad, solo pude decir medias palabras incoherentes. -También... Puedo generar una pomada para su herida...- Mencione, pues no quería ser grosero pareciendo que no me importaba del todo su estar.

Odiaba el sol, odiaba la luz y ya parecía algo similar a un gato gruñón por el ceño fruncido de forma casi permanente. Y debía admitirlo, incluso siendo bueno ocultando el dolor, aún le dolía un tanto el mover la mano, la cual se había entumecido levemente y le dejaba poco margen para poder terminar de trenzar la dichosa cuerda. Y dichosa fuese su medio hermana mayor por meterle en problemas casi todo el tiempo, ya la obligaría a salir de casa si él se enfermaba. Bueno, no, no era ni de lejos tan imbécil como para meter en problemas a la que consideraba su única familia viva pese a la forma estúpida en la que se conocieron. Gerard simplemente era demasiado orgulloso como para admitir que la quería a viva voz y prefería hacer las cosas en silencio.

Silencio roto por la voz del jardinero, haciéndole levantar la vista y mirarle de reojo con nula expresión en sus ojos ambarinos. Ya se había acostumbrado a la distancia y, sin poder controlarlo, enarcó una ceja al escucharle. Y tampoco pudo evitar la media sonrisa, más serena de lo que aparentaba su ceño fruncido a decir verdad. —¿Sabes reparar arcos largos como éste?—. Señaló su arma y dándole un ligero golpecito con la uña en la madera que lo componía, su voz saliendo con un tono tranquilo que intentaba transmitirle confianza pese a lo dura de sus palabras. No sabía el cómo suavizarse con la gente desconocida, simplemente no tenía ni idea. Había pasado tanto tiempo de su infancia temprana y tardía comunicándose por lenguaje de señas que su interacción con gente de su edad solían ser gestos precisos y concretos aparte de un exceso de análisis en lo relativo al lenguaje corporal del resto.

Por lo mismo, había visto al albino -un poco más alto que él por lo que veía- con gestos más bien nerviosos, así que, inconscientemente, el de cabello gris se relajó un poco más, tomando una postura que intentaba comunicarle que, pese a la atención, sí que estaba colocando una cierta cuota de respeto bastante alta y que, de ser necesario, podía soltarse todo lo que quisiera. —A decir verdad, me gustaría. Lo mío es disparar arcos, no repararlos—. Se tomó una ligera pausa para soltar un bufido, maldiciendo mentalmente su ahora estúpida decisión de dejarse crecer el cabello. Estúpido verano. —La cuerda estaba tan gastada que no me fijé hasta ahora... Y no te preocupes por el golpe, estaré bien—. Le hizo un gesto con la cabeza que sugería que siguiera trabajando en el jardín antes de que llegase alguien que pudiera regañarle, no quería que tuviese algún problema por culpa de la distracción que había creado sin querer.