Entrada Fugaz... ¿Conflictos? [Trama Global | Lucy, Mary & Gerard

Apenas había visto el cómo Mary se había alejado del grupo algunos metros, el criminal iba tras ella y la atacaba cuando, por el rabillo del ojo, pudo ver como Sun perdía definitivamente la cabeza y sujetaba a Lucy del cuello, comenzando a ahorcarla. —"¡GRANDÍSIMO HIJO DE LAS MIL PUTAS!"—. No podía gritárselo en la cara, pero, los ojos abiertos de par en par pasaron rápidamente a una expresión de furia en su estado más puro, remarcándose en demasía las venas tanto de sus sienes como de su cuello; se haberse podido ver, también se le notarían las venas de sus manos y brazos como si raíces fuesen. Podía jurar que sentía sus propios latidos golpeteándole la cabeza y sus corazones palpitando cada vez más rápido en su pecho, todo producto de la ira que ya no era capaz de controlar por mucho más tiempo.

Y la impotencia, oh, la maldita impotencia al poder escuchar cada sonido y poder filtrarlo ya fuesen las voces de sus compañeras como las de cualquier otra persona, pese al ruido de fondo, estaba tan concentrado en escuchar todo lo posible aparte de ver lo que tuviese frente a sus ojos que no podía hacer otra cosa que sentirse acorralado, apretando los dientes tan fuerte que se podía escuchar el rechinido incluso si no ponías atención. Dos opciones, dos vías, de nuevo en una encrucijada cuando esperaba no volver a pasar por algo así en su vida. Sin embargo, Gerard no era de los que se cerraban, el que fuese el único de ahí que se había limitado a mantener la boca cerrada no significaba que iba a quedarse quieto sin ayudar siquiera.

Tomando discretamente una de las flechas de su carjad y, luego de calcular la distancia y posicionarse de un buen salto, la pondría en el arco y la lanzaría con cierto efecto con tal de poder fatigar y cortar de ser posible lo que sea que estuviese hecho ese látigo que mantenía presa a Mary. Aprovechando que había logrado ponerse al lado izquierdo de Sun a una distancia bastante corta -y con corta me refiero a menos de un metro y medio de Lucy- y el propio impulso que había dado, tomaría su propio arco por uno de los extremos más rectos y, usando la zona curva, golpearía justo en la muñeca derecha del caballero mientras tomaba una de las puntas de repuesto de sus flechas y se la clavaría lo más profundo que pudiera en la zona exterior del muslo izquierdo. Al momento de sacarla, fuera de que empezaría a aumentar a un buen ritmo una mancha entre violácea, azulina y negruzca en la tela, unos cristales con apariencia de obsidiana comenzarían a crecer relativamente rápido.

Volviendo al arco, si lograba su cometido, engancharía el mismo extremo en el brazo de Lucy y la arrastraría tras de sí mismo, colocando el arco frente a él, preparado para usar las zonas metálicas como garrote de ser necesario. —Por un carajo, ¿tanto te cuesta tanto a ti como a la unicornio de mierda el mantener la boca cerrada y evitarnos los putos problemas? Ve por ella, maldición—. Le gruñó a la rubia con toda la furia y, aunque no lo admitiese, también el miedo que había sentido al verse en esa posición, incluso había sonado casi como un ruego hecho desde el fondo del alma. Volteó a ver a Sun, aún sin ocultar el enojo que estaba sintiendo él mismo y que, tal vez no le hubiese hecho demasiado daño. —Señor, ¿no ha pensado que sospecharían si lo ven llegar solamente a usted incluso si ésta es una misión de alto peligro? Olería a chamusquina y daría de qué hablar. Supongo que no le gustaría que pasara aquello y preferiría que no hablasen mal de usted, sino todo lo contrario, incluso un ascenso creo que sonaría mejor que el tener a los altos mandos tras su cuello, ¿no lo cree?—. Seguía hablando con muchísimo cuidado, mas, tampoco quería que lo pillasen con la guardia baja, especialmente si ahora mismo debía buscar una forma de reunir a todos nuevamente o avanzar en solitario.

Resumen x.x:

Las acciones para asegurarse de prolongar lo más posible su consciencia y no simplemente dejarse a la deriva y morir, habían sido un éxito, o al menos estaban cumpliendo realmente con todo su objetivo, mantenerla aun con sus sentidos, aunque cada vez sentía más y más pesado su cuerpo, sentía cómo si se le estuviera “aflojando”, pero esto era ya debido al oxígeno que en general le comenzaba ya a faltar mucho más que antes, esto hacía que fuera perdiendo poco a poco la consciencia, la vista la tenía borrosa y no sabía si lo que veía era real o no, pero notaba el rostro del maldito caballero deformarse.

Las palabras de Sun realmente no logró entenderlas del todo, estaba más concentrada intentando, literalmente no morir, que en escuchar la basura de palabras que aquel tipo tendría para decir, su cuerpo cada vez lo sentía más suelto y la fuerza que había estado ejerciendo todo este tiempo en el cuello, comenzaba a mermar haciendo que cada vez el agarre le estuviera jodiendo más el cuello y la respiración, ¿sería este el final para la joven diosa? Todo parecía indicar que sí, no obstante, una luz brillaba para ella y sus compañeros, y no, no era la luz que la misma emanaba, no, era más bien la luz de la esperanza que traían consigo Chandrelle y Arthur, aunque de este último sinceramente desconocía que estuviera cerca ya que en escena, la única presente era la peliblanca.

Como sea, desde ya te digo que Lucy nunca supo de Chandrelle, al menos no al inicio, cuando su cuerpo estaba prácticamente a punto de desfallecer por la falta de oxígeno, ¡BUM! Era cuando todo su cuerpo terminaba dando de lleno contra el suelo, pero realmente no sintió ni el golpe, solo comenzaba a intentar respirar lo mejor que pudiera, pero obviamente le dolía como no tienes idea la garganta, los desagradables dedos del caballero le habían quedado marcados cual tatuaje y solamente comenzaba a toser, todo le daba vueltas y sentía que volvería poco a poco a la vida con calma y lentitud, veía borroso y con suerte alcanzaba a distinguir a una de las figuras más representativas e importantes en su vida, la General de Camelot había hecho una entrada triunfal convirtiéndose en la heroína de la diosa, cosa que de alguna forma la hacía sonreír vagamente mientras se recuperaba.

En este momento en el que sigue un tanto aturdida por irse recuperando poco a poco, digamos que los cambios de Lucy habían bajado un poco, simplemente, aún tirada en el piso, veía a Chandrelle y le sonreía con suma debilidad, intentaba hablar, pero ya te digo que la garganta aún la tenía algo jodida por todo el estar apretando con fuerza así que solamente se lastimaría más si intentaba de verdad hablar, mientras tanto, comenzaba a reunir fuerzas para lentamente irse reincorporando, o al menos sentarse un poco en el piso y ya no estar solo ahí tumbada casi literal al lado de un cadáver sin cabeza, ¡Qué mal rollo! Una vez que lograse recuperarse en la mejor medida posible, terminaría por pararse para ver a la morena. -Mi General…- Era lo único que decía con la voz aún algo débil, pero llena de orgullo, es que para Lucy era eso, era su general por ser de Camelot ambas, era su Rey el que seguramente pronto se encontraría con ellos, y era su Gran Maestro aquel que no estaba presente ni lo había estado porque alguien debía quedarse cuidando el reino, esa era su gente y sinceramente, contrario a lo que debería de afectarle en su orgullo, solo lo incrementaba más el estar en presencia de estas figuras y haber sido salvada por los mismos.

Información:

El cementerio estaba lleno de valientes, y Mary, sería un alma en pena si no lograba liberar a esos chiquitos. La investigación la dio por terminada cuando fue atacada, ese tipo era malo de todas las formas posibles, a veces, tener fé por las personas decepcionaba porque la sociedad lograba corromper todo.

El látigo arremetió relampagueante en contra de Mary Shelley, yendo a parar al duro concreto de una muralla, el golpe fue apabullante, casi le descolocó el sentido pero no lo llegó a perder. Estaba sola, con su nivel no podría hacer mucho, bueno, nada. Al menos, serviría de distracción para que esos niños escaparan, Mary esperaba que así lo hubieran hecho, porque no los vio más. Los huesos rotos eran lo de menos, su habilidad especial podría quizás encargarse de que ese tipo de lesiones no fueran tan extremas, de cualquier forma el dolor lo sentía en cada fibra de su ser, por eso, se había quedado tirada en el suelo hecha un ovillo.

Con la intención de contestarle al criminal, Mary Shelley, tragó saliva saboreando el regusto metálico de la sangre en su boca, pero solo consiguió dejar escapar un quejido cuando el tipo la tomó del cabello de forma ruda y sin compasión. Al parecer, dejaría en paz a esos pequeños si la tenía a ella. Pero, eso tampoco podía aceptarlo, ahora lucharía por su vida, debía y quería hacerlo, pero no podía, las fuerzas le abandonaron.

Por otro lado, el arquero Gerard, intentó salvar a su compañera, sin éxito. Si tan solo la flecha hubiera pasado unos centímetros más cerca, tal vez, el destino de la pelirroja hubiese tomado otro rumbo; a pesar de su deplorable condición, nada era imposible. Lamentablemente, solo fue una flecha pérdida que pasó completamente desapercibida.

—My Lord... —musitó cuando sus ojos se encontraron con los de joven Rey.

Arturo la levantaba cuidadoso y ella casi moribunda a penas podía aferrarse al héroe que la rescató, se sintió segura en sus brazos y empezó a llorar quedamente por sentimiento y también por dolor físico.

Finalmente, se reuniría con su grupo después de tremendo suceso que sin querer ella detonó, más sin embargo, dejó al descubierto a un maligno caballero nada honorable que ahora yacía en el suelo sin cabeza.

Spoiler:

¿De verdad nada servía? ¿De verdad sus elecciones eran tan malas que había puesto en peligro no a sí mismo sino a dos personas que no deberían pasar por ello? ¿Seguía pecando, pese a todos estos años, de ser un completo imbécil que intentaba abarcar más de lo que su propia existencia podía? Seguía siendo un debilucho, seguía siendo alguien demasiado arrogante y que se creía demasiado el cuento de poder contra todo. No iba a dejar de recriminarse, especialmente si la carga de sus culpas no dejaba de aumentar cada vez más y más sin poder parar aquella pequeña bola de nieve que, poco a poco, se convertía cada vez más en una avalancha que no se detendría ni con todo el poder del mundo. Tan idiota, tan poco dado a razonar adecuadamente, tan crío en su forma de pensar, tan ingenuo.

Y no paraba, no podía parar el tren de pensamientos que solamente buscaban herirle y demostrarle que, incluso a través de todos estos años, no había dejado de ser aquel niño de pocos años de edad que tuvo que ver tanto a su madre como a su hermana de sangre sacrificarse con tal de que siguiera vivo. Y así les pagaba, echando por el garete la vida que salvaron y que, a estas alturas, no le pertenecía. Nada le pertenecía realmente, ni siquiera sus propias decisiones. No dejaba de apretar los dientes con más fuerza de la que debería por su propia inutilidad, especialmente cuando vio la jaula de fuego que comenzaba a aprisionarle a una velocidad que su propio cerebro no alcanzaba a procesar; ¿así iba a morir?, ¿calcinado hasta los huesos?

No había nada que hacer. Por culpa de las altas temperaturas, podía jurar que podía oler a algo quemándose y que provenía de él, sintiendo la piel ardiendo poco a poco y la sensación características de las ampollas en la piel por culpa de la cercanía. Lo que lo había derrotado fueron sus propias decisiones, tan malas que a él mismo le daba furia el mero hecho de no haber podido hacer un buen trabajo. Mantuvo la vista con furia sobre el caballero sagrado, ahora dándole igual el que pudieran ver que sus ojos se volvían rojos poco a poco y los círculos alrededor de sus ojos se oscurecían. —"Cierra el pico, maldito seas"—. Estuvo a punto de gritarlo cuando, después de un destello, dejó de sentir el calor de las llamas en su piel y pudo escuchar el sonido sordo de un cuerpo cayendo al suelo. Soltó el arco y apoyó las manos en las rodillas, soltando el aire que había aguantado sin darse cuenta y respirando bocanadas hondas de aire fresco, regresando sus ojos a la normalidad.

Incluso tembló un poco producto del cambio tan brusco de temperatura, manteniendo la cabeza gacha con los ojos cerrados, mas, en cuando los abrió, no pudo evitar que se abriesen como platos, todo producto de la sorpresa de ver la cabeza de Sun a sus pies. Antes de que se diera cuenta, se había erguido y puesto en posición de ataque, pero, se relajó de inmediato apenas vio que era una de los generales de Camelot. No pudo evitar la leve risa ronca producto de la sequedad en la garganta con el comentario que había hecho, tampoco ocultando el hecho de que sonaba extremadamente amarga y de alguien mucho más viejo de lo que parecía a simple vista. —Gente así hace parecer a los demonios como lo mejor del mundo—. Negó un par de veces con la cabeza, buscando despejarse y recogiendo su arco del suelo.

—Muchísimas gracias por salvarlas—. No era que no estuviese agradecido de que también le salvasen el pellejo, más bien era porque aún no podía quitarse el trago amargo del remordimiento que aún le corroía por las venas. Más por un reflejo -y sin preocuparse por los cristales que aún crecían en la zona externa de su muslo-, fue hasta donde estaba Lucy, sintiendo como necesario aunque fuese solamente ofrecerle un hombro en el que pudiera apoyar todo su peso con tal de recuperarse aunque fuese un poco. De los tres, estaba casi seguro que, pese a las ampollas y a que olía a piel chamuscada, él era el que estaba en mejores condiciones; buscó con la vista a Mary, logrando verla siendo cargada por el propio rey de Camelot, pudiendo respirar tranquilo por fin.

Tranquilidad que no le duró mucho, una pregunta algo importante rondaba en su cabeza, sintiéndose mal por tener que expresarla. No se pagaba así a alguien que te había salvado la vida, pero, Gerard... Digamos que comenzaba a sentirse harto de tener que ser a él el que tuvieran que cuidarle el pellejo. Juntó todo el coraje que tenía aún -y que no era poco- y sacó de donde no había un tono de respeto que de verdad esperaba a que no lo encontrasen tan intempestivo. —Disculpe la falta de respeto, pero, ¿cómo nos encontraron? Que, bueno, no recuerdo que estuviesen tan cerca de nuestra posición—. Se rascó la nuca con una mano, mostrándose ciertamente incómodo. Tal vez aún tuviese la cabeza embotada por el calor, pero, necesitaba sacárselo del pecho.

Resumen:

Todo parecía haber terminado para bien, al menos era algo que Lucy así sentía, luego de haberse recuperado e incorporarse aceptando la ayuda de Gerard, que no se daría cuenta al menos al inicio de que estaba con las piernas quemadas, seguía contemplando la grandeza de Chandrelle; no obstante, sería luego que se daría cuenta de la condición en la que se encontraba el caballero de Danafor y sería cuando se asustaría, aunque el sobresalto solo le haría doler su cuello. -¡Deberías sentarte! ¡Te curaré!- No esperó ni siquiera a que Gerard dijera si o que inclusive intentara negarse, la rubia había tomado casi en una especie de abrazo al chico y lo había obligado a sentarse en el suelo y ella casi encima de él, seguidamente, una cálida aura se podría percibir de sus manos mientras comenzaba a “pasarlas” sobre la piel quemada del chico, en no mucho estas se podrían curar y volvería a estar como nuevo, o al menos como semi nuevo.

Una vez que terminó de curar a Gerard, mientras la conversación se mantenía, no te voy a negar que le hizo disgustar un poco el mal chiste de este, por lo mismo, cuando se disponía a vendar sus piernas por un “por si acaso”, se notó que apretó un poco más de la cuenta dejando en claro que la broma no había sido buena, pero el escuchar la respuesta ¡De parte de su rey! Eso le hizo reír un poco y rápidamente se puso de pie, aunque esto solo para volverse a arrodillar pues hacía reverencia ante Arthur, después simplemente continuó hasta terminar de vendar a Gerard y le ayudaría a levantarse.

-Mi…mi rey…- De por sí era una persona que usualmente era nerviosa, pero en este momento lo era más, sobre todo al dirigirse al rey de Camelot, “su rey”, estaba completamente abrumada y sentí ligera envidia para con la pequeña unicornio, ¡Mira que ser cargada por el rey de Camelot era todo un honor! No obstante. -Mi rey, si me permite… ¿podría dejar bajo nuestro cuidado a nuestra compañera? No es intención nuestra retrasarlos, por lo mismo, mientras mi compañero la carga… yo podría ir curando sus heridas.- Propondrían de la manera más humilde que pudiera existir, se dirigía ante su rey, si de por sí la diosa ya estaba alucinando al haber sido salvada por su General, ahora estaba como en otra vida hablando con su rey y si este daba el permiso, haría que Gerard cargara a Mary para que así Lucy pudiera comenzar con su tratamiento y no siguiera tan en mal estado la unicornio mientras continuaban su camino sin más interrupciones rumbo al orfanato.

Información:

Gerard se pasó la mano por el flequillo, haciendo una reverencia como disculpa en cuanto escuchó la réplica. No lo había hecho con mala intensión, mas, su propio sentido del humor tan retorcido se le salió de control y ya se había ganado un par de buenos regaños. —Lo siento—. No dijo el porqué, simplemente lo dijo. Había estado tan preocupado momentos atrás que no había controlado su boca y ahora se terminaba arrepintiendo. Metía la pata una y otra vez, debería estar acostumbrado y limitarse a mantener la boca cerrada. Sí, ése sonaba como un buen plan.

Suspiró, asintiendo con la cabeza y se iba a quedar en la retaguardia por una mera cuestión de incomodidad y que cojeaba levemente de la pierna en la que se había auto infligido el corte con la punta de la flecha -aún la tenía en la mano y estaba llena de una sangre más oscura de lo normal-. Gerard estaba bien, conocía los límites de su cuerpo y sabía que esa herida ya estaba más o menos fuera de peligro, nunca le duraba demasiado el sangrado si no hacía grandes esfuerzos y el calor había ayudado en parte, pero, se desestabilizó un poco cuando Lucy lo obligó a sentarse.

Levantó las manos casi por reflejo, como si quisiera decirle que se detuviese en lenguaje de señas, sin embargo, el sentido común fue mayor y únicamente hizo el gesto universal para expresar que aquello le incomodaba un poco mucho. —¡E-espera! ¡Estoy bien, he pasado peores, en serio! ¡Mary lo necesita muchísimo más que yo!—. No pudo detenerla, por lo que apartó la vista, sacándose los guantes con tal de estar más cómodo y sintiendo que era estúpido usarlos con el calor que aún sentía por culpa de las llamas, cerciorándose de que no había perdido sensibilidad por un antiguo reflejo que le había quedado de los tiempos en los que vivía en las calles. Eran de cuero delgado y no protegían en absoluto -regalos de una hermana tan idiota como él, no lo culpen-, simplemente los usaba para ocultar las múltiples cicatrices que se había hecho al menos una vez ya fuese por alguien más o por él mismo.

Haciéndole caso, se quedó lo suficientemente quieto como para dejar que la rubia hiciera su trabajo -aguantando sin mover ni un músculo el ligero escozor que le producía la propia sanación, no era su culpa ser técnicamente alérgico- y no hizo ni un gesto cuando le vendó y apretó la sujeción más de lo necesario. Al menos, ahora sí que podía apoyarse en su pierna con mayor seguridad. Él mismo sabía que se había pasado de la raya. Mantuvo la vista ligeramente perdida en algún punto, pensando y repasando más de lo que debería por la propia situación en la que se habían metido. No podía dejar de darle vueltas, pero, si Arthur accedía a que él fuese el que llevase a Mary, entonces, el de cabello gris no se quejaría en absoluto y cooperaría como el buen perro que, militarmente hablando, era.

Resumen:

Emprendieron el rumbo hacia el orfanato donde presuntamente se hallaba un báculo de suma importancia, afortunadamente los representantes de Camelot tomaron la batuta y, fue suficiente un corto periodo de descanso para que Mary Shelley recobrara el ánimo, las heridas que presentaba aún le dolían demasiado pero seguir llorando sería en vano, así que, le quedaba ser fuerte y aguantar. Además, no quería que nadie se diera cuenta de su discreto sollozo. El unicornio tomó aire y con la mano de su brazo bueno se limpió la cara.

—Le agradezco, Rey Arturo, creo que ya puedo ponerme en pie por mi misma —dijo al joven que la sostenía en brazos, dirigiéndole una mirada determinada.

Otra cosa sería que el Rey diera el visto bueno, realmente, Mary Shelley, no iría en contra de los mandatos del Rey de Camelot, siendo que conocía la historia de la espada en la piedra y como Arturo la sacó de propia mano, esto lo sabía porque ella era oriunda del mismo Reino. Arturo se esforzaba por ser un buen Rey, Shelley, le admiraba por su amabilidad en el trato con los demás y sobre todo porque defendía a su pueblo y todo ser que necesitase protección, además, era fiel a sus nobles ideales, tan humilde y valeroso.

—Mi brazo izquierdo seguramente está fracturado y tengo pequeñas contusiones —le dijo a Lucy, volteando a verla, más luego miró otra vez a Arturo—. Nada grave, de verdad. Quiero ayudar, por favor.

Ciertamente, Mary Shelley, era una novata en su oficio de mercenaria y luchadora pero no inexperta con lo concerniente a los lineamientos de protección civil. Cuidar la vida, los bienes y el entorno era responsabilidad de todos. Aunque, estuviera fuera de los planes, la reunión con el Rey y la General ya era un hecho, ahora quería ayudar en lo posible.

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