¿Una pelirroja con cerveza o una roja cerveza? || Pasado - Gerard

Como Bernia no hay dos, eso queda más que claro cuando lo conoces, la cerveza que te encontrarás en este lugar no tiene igual, es que no te exagero cuando te digo estos datos, todo aquel que antes creía que la cerveza de algún lugar era la mejor del mundo, luego de llegar a Bernia y probar lo que es una verdadera cerveza en forma, ¡Diablos! Queda tan fascina que nunca más en su vida volverá a pensar que alguna otra cerveza puede ser mucho mejor que la que aquí se encontrará, y no te miento, paséate por sus tan animadas calles, hasta el ventero ambulante de podrá servir una cerveza de calidad inigualable y ¡No se hable de la taberna más reconocida de todo Bernia! Esa sin lugar a dudas no tiene ni una pizca de igual, si tú ya creías que la del vendedor ambulante era una delicia incomparable, luego de beber la de la mejor taberna del lugar, ¡Joder! Vas a flipar de una forma que pensarás que ni siquiera eres digno de probar esta cerveza.

Entre el júbilo que se puede encontrar en un día común y corriente del año dentro de Bernia, cualquiera era capaz de ver como en plena vía pública te encontrabas con personas tomando sus tarros de cerveza, paseándose de lo más campantes posibles por el lugar y continuar tranquilos sus vidas sin más,  en un lugar tan alegre, era muy difícil de pensar que algo malo pudiera pasar, o bueno, mejor dicho, era difícil si quiera imaginar que alguien se fuera a extraviar, aunque primeramente, definamos “extraviar”, porque mira que casi literal todos los días aparecía alguien en un lugar completamente distinto al que recordaba en el que estaba el día anterior, pero esto era debido al habérsela pasado tomando todo el día anterior, obviamente iba a quedar inconsciente y en piloto automático para cuando volviera a recuperar la consciencia, pero no importaba, tampoco era como que perdieran todas sus pertenencias o similar, solo amanecían con una resaca de lo peor al día siguiente, pero se la curaban tomando más cerveza, normal en ellos.

Ahora bien, por esas alegres calles se encontraba vagando una joven diosa, una vez más, seguía en la incansable búsqueda de su hermana Ageha, ya conocía medianamente Danafor, o al menos la ciudad real la conocía ya muy bien gracias a su amado Azael, no obstante, los demás lugares no los terminaba de conocer y a sus oídos había llegado el rumor de que una pelirroja había pasado por Bernia, ese era el motivo principal de que se encontrase ahí, había pasado a buscar a su noble caballero, pero parecía ser que se encontraba en una misión porque no estaba en su hogar, por el mismo motivo se había tenido que aventurar a explorar el pueblo, así que una vez más se encontraba intentando formular la pregunta a las personas que pasaban en las calles, pero claramente no le hacían caso, todos estaban tomando felices de la vida y simplemente la ignoraban o le invitaban un trago, bebida que la verdad no iba a tomar nunca pues no era algo que ella acostumbrase ni le gustara. -Di…disculpe…- Repetía una y otra vez aquella palabra intentando llamar la atención de algún alma que se apiadara de ella para poder ayudarla o darle algún tipo de pista sobre Ageha ¿tendría resultado aquello?

Una sola vez había probado la cerveza de Bernia y, tenía que admitirlo, le había enganchado por una temporada. Una temporada bastante descontrolada y que no le causaba mucho orgullo el admitir que había perdido el norte únicamente por verlo como un escape momentáneo y breve de sus problemas durante el cortísimo tiempo en el que el alcohol se alojaba en su sistema. Gerard no se enorgullecía de algunas cosas, mas, el haber disfrutado aunque fuese un momento era algo que no se negaría incluso si regresaba en el tiempo. Volvería a vivirlo, definitivamente lo haría.

No estaba en la ciudad más reconocida por la calidad de sus productos por nada, era casi un encargo que su medio hermana le había dado -siempre echándole a él el muerto, por supuesto- con tal de que le consiguiera aunque fuese una mínima gota del licor producido por la cebada. La mezcla de olores característicos de las tabernas y bares aparte de ver en todas partes la publicidad indiscriminada era suficiente como para hacerle la boca agua. Danafor no era su reino favorito por su propia condición como, entre muchísimas comillas, fugitivo, pero, era algo con lo que tendría que vivir. Esperaba que, después de casi un siglo al completo, nadie lo reconociera con facilidad.

Y parecía ser así. Dicen que la mejor forma de ocultarte de alguien más era el estar bajo sus propias narices y, si bien no era la táctica más elegante, Gerard la seguía hasta cierto punto. Caminaba calmado por las calles empedradas, con las manos en los bolsillos y mirando fijamente en caso de encontrar la tienda que buscaba, pero, ladeó ligeramente la cabeza al ver a una mujer rubia con expresión dudosa y que intentaba llamar la atención de la gente repitiendo -o éso podía ver en su lenguaje corporal, arma que le había servido lo suficiente como para poder sobrevivir por su cuenta tantísimo tiempo-. Fueron segundos, pero, algo que parecía ser más bien una mezcla de diversión y de vergüenza ajena le llegaron como una marejada y que poco pudo controlar.

Siguió caminando, aún manteniendo las manos en los bolsillos, hasta la chica, lo suficiente como para dejarle en claro que, si bien no le haría nada porque le daba pereza moverse más de lo necesario, le estaba poniendo atención. —No intentes llamar la atención de la gente sin cerveza en la mano, chica, aquí no te dirán ni pío—. El acercamiento y el soltar el regaño -con el dejo de comprensión bien marcado- fueron casi un acto reflejo. Al menos, ahora podía desenvolverse con mayor calma y no con la sombra de la muerte respirándole en la nuca.

Era un continuo intentar de llamar la atención para ver si alguien podría brindarle un poco de información relacionado con su hermana; no obstante, parecía no ser ese caso, si bien su figura lograba llamar la atención por sí sola, por lo visto, si no iba ofreciendo una cerveza entre sus manos como otras varias chicas locales de las diversas tabernas, por lo visto realmente nadie la tomaría lo suficientemente en cuenta como para si quiera dignarse a dirigir la palabra con la pobre rubia, o al menos eso era lo que inconscientemente ya iba sabiendo, aunque era muy, pero que muy inconsciente porque a simple vista seguía sin caer en ese punto sino hasta que un completo desconocido le haría notar todo lo dicho anterior, es que joder, daba justo en el clavo de por donde se le viera, así que nada.

El ruido causado por el gran júbilo que había entre las calles de Bernia le impidieron a la joven diosa el procesar las sabias palabras del chico en primer instante para ella, no sería hasta pasados un par de segundos donde terminaría por procesarlo y su reacción sería el brincar un poco por la sorpresa de que alguien por fin se hubiera fijado en ella, aunque sea para “regañar” por no estar haciendo bien su labor como las otras muchas chicas de taberna, pero eso no era algo que le importara realmente a Lucy, quiero decir, la confusión, no al punto de molestarse o similar, de hecho, su reacción, tras el pequeño sobresalto, era la de inclinarse ligeramente al frente a modo de “reverencia” dejando así en claro que pedía una disculpa, aunque sus propias palabras dejaban eso más que en claro. -Lo… ¡Lo siento mucho! No era mi intención interrumpir tu camino para darme este consejo…- Creas o no, aquella era una disculpa sincera y el rostro sonrojado por la vergüenza de la diosa lo dejaba más que en evidencia.

Sin embargo, terminaría levantando ligeramente su cabeza para ver al chico, su larga cabellera llamaría su atención, por otro lado, simplemente se sonrojaría más si es que el contrario se daba cuenta que se encontraba observándole el cabello detenidamente. -Lo… lo siento…- ¿De nuevo se disculpaba? ¿Y ahora por qué? Aquella última disculpa parecía no tener un aparente sentido, a no ser que… -Es…es solo… es solo que no… no tomo… y… y… y solo… solo… solo quería un poco de ayuda… sa… ¿sabe?… estoy… estoy buscando a mi hermana… pero… na… nadie logra… nadie logra prestarme un poco de su atención…- De manera algo torpe y completamente nerviosa, nerviosismo que demostraba en su tartamudeo, dejaba más que en claro cuáles eran sus intenciones por estar ahí, de paso, daba pie para próximamente plantear su “gran pregunta” aunque de momento ya estaba lo suficientemente avergonzada como para poder continuar y necesitaba respirar un poco.

Negó con la cabeza, volviendo a su rostro eternamente serio, pero, que también transmitía tranquilidad en cuanto la chica se disculpó. No sabía si lo movía la pena que le daba la rubia o qué, mas, era lo suficiente como para no sacar su vena más imprudente e irrespetuosa -cosa que tenía de sobra, siempre había sido así- y mantener una conversación más civilizada con, aparentemente, otro ser humano. Lo que sí le extrañó fue el hecho de que la rubia parecía mantener fija la vista en su cabello con algo que Gerard no podía identificar del todo bien. ¿Extrañeza? ¿Rechazo? ¿Curiosidad? No, no tenía ni la menor idea, estaba completamente perdido.

Pese al tartamudeo, el de cabello grisáceo mantuvo su atención fija en la chiquilla, los ojos ambarinos -ojos de depredador silente si se fijaba realmente bien- fijos en los ajenos y sin perderse detalle. Puede que se malinterpretase, pero, solamente conservaba una mera curiosidad que rayaba en lo científico, imponiéndose inconscientemente la actitud de trabajo, era algo tan de él, tan arraigado, que no podía evitarlo. Era su misma mentalidad profesional hasta lo más profundo del tuétano la que ahora mismo le permitía mantener una conversación en mitad de la calle sin desviar su enfoque ni variarlo en lo más mínimo.

Lo que también vio fue que la fémina se presentaba realmente nerviosa. Curioso, el arquero no estaba mostrando ningún rasgo correspondiente a su clan de por sí, estaba seguro de ello, tenía un buen control de sus emociones. Si vas a robarle un mendrugo de pan a alguien, tenías que verte como si no quisieras hacerlo, ocultar tus intenciones o terminarías, por lo menos, con un par de dientes menos y varios moratones. El conocimiento adquirido por la "mala vía" era algo que nunca se olvidaba, como si fuese un trauma extremadamente unido a tu mentalidad normal. —¿Preferirías dar una vuelta primero? Puedes contarme, no hay problema—. Preguntó con el mayor tacto que pudo -y que no era mucho-, haciéndole un gesto con la cabeza para que ella guiase el camino a donde le diese la gana. No era tan hijo de puta como para no saber cuando darle espacio a alguien y cuando el limitarse a ser un perro de caza.

Ahí estaba la pobre rubia, intentando articular las palabras de modo correcto, que todo lo que estaba por decir, y que decía, fuera completamente coherente, lógico y más que nada, audible porque deja te digo un pequeño secreto, en contadas ocasiones la joven diosa suele ponerse tan nerviosa, que aparte de tartamudear, su volumen de voz va en disminución así que resulta en varios momentos todo un caos el poder escucharla y apreciar sus palabras como debería de ser, pero bueno, ese era un defecto que en ocasiones, la hacía ser adorable ante los ojos de otros, por ejemplo, de su hermana Ageha que, pese a querer que se corrigiera el problema, le resultaba siempre algo tierno y encantador pues le recordaba a una niña pequeña, cosa que hacía mucho más cuando tenía temprana edad, pero en fin, ya divagamos un poco en esos aspectos y no creo que tenga más relevancia.

Continuó un rato así, la verdad, te estaría mintiendo tremendamente si te dijera que la joven diosa estaba presentando atención a si el contrario la veía o no o inclusive, el tipo de vista que le lanzaba, es que el nerviosismo era tanto que nada, simplemente se quedaba ahí hasta que el contrario tomaba el habla, esto volvía las cosas más “fáciles” para la joven rubia que permanecía algo desconcertada, aunque más que eso, estaba avergonzada hasta el tope de su alma e inclusive un poco más allá.

Una vez que escuchó el ofrecimiento del joven, se quedó un momento pasmada, no era muy común que la gente le ofreciera escucharla, no digo ayudar porque aún no sabemos si de verdad el chico de grisácea melena la vaya a querer ayudar a  encontrar a su hermana, pero al menos ya era un paso tremendo para la rubia el que un desconocido quisiera escuchar más de su historia, por lo mismo, una vez que terminó de salir de su trance, asintió muchas veces con la cabeza. -¡Sí! ¡Me encantaría!- Se escuchaba entre emocionada y ansiosa, sin más, esperaría una señal o algo para comenzar a caminar junto al contrario, aunque eso solo comenzaba a darle algo más de pena, su vista se iba de un lado al otro y no estaba realmente segura de por dónde debería de comenzar a contar, ahora que lo pensaba detalladamente, creo que solo a un par de personas antes les había contado sobre su hermana… ¿cómo comenzaría a relatar los hechos del pasado ahora?

Pese a que la paciencia no era uno de sus dones, Gerard esperaba, técnicamente, cualquier tipo de reacción que la rubia tuviese frente a su ofrecimiento ya fuese incredulidad o un golpe directo. El resultado le hizo sonreír de costado de forma notoria, no con burla sino que comprensión en uno de sus estados más sinceros. Lo bueno que el caballero tenía era que era brutalmente honesto casi todo el tiempo, algo que le venía de fábrica incluso si todos se llenaban la boca diciendo que los demonios eran traicioneros y demás.

Le hizo un gesto con la cabeza al mismo tiempo en que soltaba de forma bastante simple un: —Sígueme entonces—. Si debía mantenerse tranquilo a tal punto de irritarse por eso mismo, entonces lo haría. Se suponía que ésto era un viaje para comprar cerveza, pero, si podía hacer algo por cuenta propia entonces estaba bien. ¿Qué si le atraía la rubia? Por favor, él no iba por la vida ligando con gente, a duras penas y podía mantener una conversación decente como una persona normal. Además, no le llamaba la atención ni un ápice y éso ya era bastante decir.

Seguía con las manos en los bolsillos, empero, en cuanto empezó a caminar, lo hizo con un ritmo pausado y calmo, no queriendo aumentar el nerviosismo ajeno o su propia impaciencia. Lo dicho: tampoco era tan hijo de puta aunque su madre fuese una forma relativamente frecuente por ser dinero fácil. Si la chica lo seguía, entonces la llevaría por un sector de la ciudad más tranquilo y que no tenía tanta gente concurriendo como el resto del sector comercial. —Creo que estaremos un poco mejor acá—. Se detuvo, dándole tiempo de forma indirecta para que la fémina ordenase sus ideas, ladeando levemente la cabeza e intentando ignorar el hecho de que el que molestaba el cabello en la zona de la nuca.

—Chica, respira, tómalo con calma. Puedes empezar desde el inicio—. Lo que no pudo evitar fue que moviese las manos para tomar la coleta en la que siempre amarraba su cabello y se hiciera un recogido con tal de estar más cómodo. Algo le decía que ésto venía para largo y prefería mantener su atención una cosa a la vez.

¡Válgame todo! Ya te digo yo que si nuestra joven diosa fuera del tipo de persona que lo único que le importa es el tener a absolutamente todos los hombres de Britannia babeando por ella, pues vaya, seguramente el saber que al caballero que la estaba acompañando no le movía ni el más mínimo pelo en todo el cuerpo… vaya, seguramente eso sería un golpe duro y directo a su orgullo, pero, como claramente la joven rubia no era de aquel tipo de persona, entonces todo estaba absolutamente bien en su vida, sin mencionar que no se daba para nada cuenta de que no le levantaba el más mínimo y remoto interés en el cuerpo del contrario.

Caminaba con calma, lentitud y cierto nerviosismo, después de todo, estaba rodeada de un montón de gente, pero al menos, mientras más se iban alejando de la zona comercial de Bernia, más se iba logrando tranquilizar pues el ambiente en general se mostraba más calmo y mucho menos transitado, por lo mismo daba gracias por dicho motivo ya que eso le ayudaba a sentirse un tanto más en confianza; no obstante, eso no aseguraba que cuando tuviera la oportunidad de hablar, lo hiciera sin tartamudear, eso ya era algo más complejo de que se logre realizar.

Cuando escuchó las palabras del caballero, dio un pequeño brinco por el sobresalto al escuchar que podrían estar más tranquilos ahí, por lo mismo se puso un tanto nerviosa y lo mejor que le salió fue el intento de decir un “sí”. Escuchó las demás indicaciones que se le daban y asintió con el mismo nerviosismo, respiró de acuerdo a lo indicado mientras cerraba sus ojos. -Pues… lo que… lo que quería decir antes…- Lo dije anteriormente y ahora se puede notar, porque lo había vuelto a hacer. -¿Us…usted… usted ha… usted ha… usted ha visto a una… una pelirroja? Es que… escuché algo… pero… pero no sé…- Realmente estaba nerviosa, tanto que parecía casi como si se hubiera olvidado de lo que quería comunicar desde el inicio.